El susurro es una acción poética.
Invita al encuentro, a detenerse, a escuchar,
a disfrutar la palabra.
Hace posible reconocerse en el otro desde
la emoción, la sorpresa, el juego.
El susurro desecha el grito, la prisa,
la indiferencia, la sensación de inutilidad
de los gestos simples.
En su apariencia de acto mínimo, el susurro
contiene la fragilidad y la fuerza de la belleza,
la que conmueve,
la que le da sentido a la vida.
Liliana Quillay